“Los milagros son sólo la consecuencia de atrevernos a creer”
Siempre he sido un espíritu inquieto y curioso, siempre he querido saber más de los misterios del ser humano y de la vida… Esa inquietud me ha llevado, no sólo a adquirir conocimientos y recordar los que ya tenía sin ser consciente de ellos, sino también a querer experimentarlo todo en primera persona.
Debo explicaros que, en mi época de estudiante, me sentí atraída por las materias más técnicas y racionales, como las matemáticas, la química, el dibujo técnico... Eso me llevó a licenciarme en Administración de Empresas con especialidad Financiera y a trabajar durante muchísimos años como analista de riesgos financieros en el sector de la banca. Pero no quiero aburriros con estos detalles, sólo quería daros una idea de hasta adónde me llevó mi mente analítica y racional…
¡Lo que no podía imaginar mi mente es que ocurriría un hecho que le daría un giro rotundo al rumbo de mi vida!
Hace ya unos cuantos años, me diagnosticaron una grave enfermedad autoinmune que afectaba a mi sistema hormonal. No era casualidad… Llevaba un ritmo trepidante y estresante en mi vida… No teniendo bastante con el alto nivel de exigencia y dedicación de mi trabajo, estaba realizando varias actividades más. Hubiera necesitado que los días fueran de 30 horas en vez de 24… ¡Pero seguro que entonces habría añadido más actividades a mis quehaceres cotidianos!
Volviendo a mi enfermedad, el diagnóstico que me dieron los médicos era de una casi nula probabilidad de curación. Me dijeron que era muy joven y, por ese motivo, me dieron un tratamiento con medicación. No se atrevían a operarme de buenas a primeras, aunque ya me anticiparon que así acabaría siendo, dada la alta improbabilidad de curarme. El panorama era definitivamente desesperanzador…
Realmente, yo estaba muy asustada. En apenas un mes y medio había perdido 8 kg de peso, tenía unas taquicardias tan fuertes que tuvieron que darme medicación para frenar el ritmo de mi corazón acelerado y temblaba tanto que no podía conducir el coche porque no controlaba la pierna para poder pisar el embrague. Eso por no hablar del nerviosismo y ansiedad que me daban los síntomas de la enfermedad. ¡La cosa no era para menos!
Por una de esas casualidades de la vida, en las que actualmente ya no creo, yo estaba yendo a unas sesiones para trabajar el tema del estrés emocional. Sin entrar en detalles, se trataba de un trabajo con la respiración y presiones en ciertos puntos del cuerpo.
Un bendito día, se me ocurrió comentarle a mi trainer que me habían diagnosticado esa enfermedad y ella me propuso dirigir nuestro trabajo hacia el objetivo de equilibrar mi sistema hormonal.
¿Qué podía perder por intentarlo? ¿La decepción por no lograr nuestro objetivo?
Por contra, lo que podía ganar podía ser un regalo maravilloso… Si un rasgo me caracteriza es mi perseverancia cuando me propongo conseguir algo, así que acepté el reto encantada, asumiendo que era un objetivo con muchas posibilidades de no tener el resultado esperado.
Recuerdo un pensamiento que me vino a la mente por aquel entonces: “Si yo había creado ese gran desequilibrio en mi cuerpo, yo debía ser capaz de volver a equilibrarlo”. Se trataba de una enfermedad autoinmune y, como tal, es una patología en la que el cuerpo ataca a células del propio organismo que, en condiciones normales, no debería atacar.
El origen de estas enfermedades es desconocido por la medicina alopática actual, pero lo que era evidente es que yo misma me estaba “autoatacando”… Para mí, fue revelador ese pensamiento del que os acabo de hablar. ¡La solución era tan fácil como dejar de atacarme a mí misma!
¿De dónde vino ese afortunado pensamiento? De mi mente racional seguro que no.
Si hacía caso de lo que los médicos me habían vaticinado, no valía la pena ni intentarlo… Por suerte, decidí no darme por vencida y hacer caso a ese pensamiento revelador, dándome la oportunidad de vivir una experiencia maravillosa que cambiaría mi vida por completo.
Y así fue como, después de 6 meses de trabajo corporal con mi trainer, sin dejar nunca de seguir el tratamiento médico, en uno de los controles mensuales que me realizaban, ocurrió lo inesperado para los médicos y tan esperado por mí: Un buen día, mi analítica resultó perfecta. La cara de asombro de la doctora era de foto y las únicas palabras que en ese momento fluyeron a través de su voz fueron: ¡Esto es un milagro!
Yo le argumenté que no era un milagro, que llevaba 6 meses haciendo un trabajo para equilibrar mi cuerpo e incluso empecé a explicarle en qué consistía… La doctora no me hizo caso alguno, ni tan sólo tuvo la curiosidad de interesarse por lo que yo había hecho… Pero eso ya es harina de otro costal, si ella prefería creer que yo era “la elegida” para un milagro divino no era asunto mío.
Evidentemente, quiso repetir la analítica al cabo de un mes, pues no estaba convencida de que yo pudiera estar totalmente recuperada de esa enfermedad. Y, de nuevo, la analítica resultó perfecta. Esta vez sus palabras fueron: ¡Esto es increíble!
Ante su reacción, yo no hice ningún comentario, sólo sonreí y sentí una profunda alegría en mi corazón. La doctora decidió darme el alta médica, haciéndome prometerle que, si volvía a notar los síntomas de la enfermedad en alguna ocasión, acudiría al hospital urgentemente.
De esto hace ya más de 11 años y nunca más he vuelto a tener esos síntomas y las analíticas de control que me hacen anualmente siempre resultan perfectas. Todavía a fecha de hoy, los médicos alópatas no pueden comprender cómo me sané…
Para mí, esta vivencia fue algo más que la consecución de un objetivo. Fue la constatación de que tod@s tenemos la capacidad de autosanarnos aunque, a veces, necesitemos de alguien que nos guíe y acompañe en ese proceso. Y, lo más importante, para que la sanación se produzca es primordial creer en ella.
Y así fue como pasé de “mi mundo racional” al “mundo real donde todo es posible”.
Este suceso cambió la dirección de mi vida: quise investigar más, aprender más, experimentar más… Empecé a formarme en diversas terapias complementarias, como el Shiatsu, el Reiki, las Regresiones y la Cristaloterapia y, al cabo de unos años, decidí abandonar mi trabajo en el banco y dar un gran salto hacia el nuevo mundo que había descubierto y que realmente me apasionaba.
Como el arcano mayor sin número del Tarot, el Loco, empecé la aventura con mi hatillo sobre el hombro y sin mirar atrás... Desde ese momento, nunca más he dejado de hacer mi viaje hacia lo desconocido con ilusión, aunque debo confesarlo, pasando momentos de dudas racionales por mi resistencia a confiar plenamente. A pesar de que el fantasma del miedo pulula de vez en cuando a mi alrededor, esperando que le haga caso, ahora lo vivo de otra manera…
Como humanos, llevamos integrado un mecanismo instintivo de miedo ante lo desconocido, un miedo que puede llegar a bloquearnos totalmente, sobretodo si prestamos demasiada atención a nuestra mente racional, la cual se encargará de encontrar todos los argumentos y las justificaciones necesarias para que no demos el paso hacia lo nuevo, hacia lo que no podemos controlar.
Entonces, en esos difíciles momentos de incertidumbre, hay algo dentro de mí, llamémosle intuición, llamémosle voz interior, algo que habita permanentemente en mi interior que se manifiesta para hacerme consciente de que el fantasma está ahí porque “forma parte del juego”, nada más.
Escucho a esa voz interior y siento qué otras emociones a parte del miedo aparecen cuando pienso en la aventura que está ante mí…
Si la alegría forma parte de esas emociones, no tengo ninguna duda de que debo emprender esa aventura, siempre mirando hacia adelante con la confianza de un niño, sólo mirando hacia atrás para intentar no repetir los mismos errores y aplicar los aprendizajes positivos que las experiencias pasadas nos aportan, nunca para recrear lo negativo de las vivencias que hemos experimentado. Porque si una cosa tengo clara, a estas alturas de mi vida, es que todas las vivencias que, a priori, juzgamos como negativas, a posteriori, traen consigo una sabiduría y aprendizaje importantísimos para nuestra alma.
Y aquí me tenéis, abriéndoos mi corazón de par en par, para animaros a experimentar, a no dejar que nada externo os condicione o limite, a escuchar a vuestra voz interior, esa voz sabia y poderosa que conoce mejor que nadie lo que es bueno para vosotr@s en todo momento.
Siento un profundo y sincero agradecimiento por todas las experiencias vividas y hacia todas y cada una de las personas que han formado y forman parte de mi vida porque, gracias a ellas, hoy soy quien soy. Ha sido un largo viaje el que he hecho y, todavía me queda mucho camino por recorrer… Eso sí, siempre con alegría e ilusión.
Para acabar mi relato, sólo me queda deciros a tod@s: ¡Gracias por vuestro interés y que tengáis un buen viaje!
Terapeuta de Regresiones,
Reiki tibetano y japonés,
Sintonización arquetípica,
Canalización Sibyl y
Asesoramiento a través del Tarot
tlf/wsp: 670.40.63.57
egmetaute@gmail.com
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