Mi mejor amiga, por BubbleMaria.

Mi mejor amiga aprobó sus oposiciones a los 27 años, después de trabajar durante ocho años en el mismo lugar.
Su empleo “estable” y “obvio” no la hacía feliz, le ofrecía una serie de ventajas, su propio trabajo la avalaba para comprar una hipoteca.
Mi mejor amiga se hipotecó un día, aprovechando esa “ventaja”, en un momento en que el negocio inmobiliario era un delirio.
Mi mejor amiga pagó su primer año completo de hipoteca. Algo no olía bien. Mes a mes miraba el recibo del banco y se deba cuenta del desequilibrio importante entre capital e intereses y se preguntaba si eso era normal.
Mi mejor amiga encontró la respuesta a esa pregunta y como consecuencia tomó una decisión.
Decidió deshipotecar su VIDA, cortar el asfixiante lazo de terciopelo entre vivienda, trabajo y vida. No midió las consecuencias.

No pidió una excedencia, ya conocía bien donde no quería regresar y organizó su mochila cargando lo indispensable para un tiempo, fue un año.

Un año lejos de su zona de confort, en medio del constante desconocimiento del entorno, viajando de país en país, siguiendo su olfato, su propia intuición y las ganas de conocer.

Mi mejor amiga vivió situaciones tensas, extrañas, dulces, amargas, sencillas, tiernas, míseras, humanas y alguna muy cerca de poner en peligro su propia vida.

Mi mejor amiga estuvo a punto de ser engullida por las fuertes y cálidas corrientes del océano Atlántico, en un paraje selvático y prácticamente solitario de la costa de Panamá. Pero el mar la devolvió a la orilla blanca, exhausta y atónita por seguir respirando.

Mi mejor amiga se arriesgó con el objetivo de ser feliz, de vivir una vida con sentido, lejos de una “vida obvia segura”, con el fin de conocerse y quererse a sí misma, de ser auténtica en medio de tantos estímulos parasitarios.

Mi mejor amiga se cambió el nombre con el que la bautizaron, simplemente porque quiso escogerlo.
Mi mejor amiga hoy se siente feliz y reconfortada en su propia piel.
Mi mejor amiga soy yo.