Son interesantes las elecciones que hacemos antes de nacer. Elegimos distintos compañeros de juego, que nos acompañaran a lo largo de nuestra nueva encarnación y jugaran una nueva partida en nuestro ciclo de experimentación almico. Como en todo juego, elegimos a nuestros aliados, a aquellos con los que la relación será más conflictiva, a los que nos harán reír, a los que no harán llorar, los que nos acompañaran durante mucho tiempo y los que simplemente pasaran, dejando una estela amarga o placentera en nuestra vida. Muchos Maestros que nos ayudaran, guiaran y acompañaran, sin comprender ni recordar, que ese es su papel en nuestro juego.
También elegimos con sumo cuidado al malvado/a de nuestra vida, ese ser que viene dispuesto a ayudarnos a aprender las lecciones que se nos resisten y traemos como asignaturas pendientes de otras encarnaciones. Esa hermosa alma a la que ya, desesperados por lo que no pudimos aprender, le pedimos ayuda y acepta, desde su más profundo amor, el difícil reto, de ser el malvado de nuestra vida. A mí me gusta llamarlo el Gran Maestro. Esa alma crea un personaje perverso, que nos pone las cosas difíciles, que pone en nuestro juego, los obstáculos más titánicos. Es el que aparentemente no nos ama, no nos valora, nada de lo que hacemos es suficiente para él. También es ese ser que suele dañarnos profundamente el alma hasta hacernos sangrar por dentro y generar odio hacia su personaje.
Mi malvado personal fue muy duro. Me pase años odiándolo y soportando o así lo creía yo en mi papel de mártir, sus humillaciones, sus malos tratos psicológicos, abusos, su falta de amor, sus desprecios y que me desvalorizara tanto, que me hizo sentir pequeña e insignificante. Yo no entendía entonces como alguien podía ser tan dañino, tan cruel, tan duro e insensible. Me perdí en sentirme víctima y otorgarle a él, el papel del verdugo.
Invertí muchos años en intentar perdonar, en intentar comprender. Me sumergí en un bucle emocional que solo me arrastro hacia un pozo profundo, incluso somatice tanto mi odio, mi incomprensión y mi intolerancia, que perdí la vesícula sumergida en mi propia basura emocional.
Mi malvado fue envejeciendo, perdiendo a su personaje dictatorial y mostrándome un poco, lo que había detrás del personaje. A medida que el tiempo bajó su flamante traje de malvado, las lágrimas empezaron a aflorar cada vez que me veía. A medida que su disfraz humano perdía la fuerza que lo había impulsado a lo largo de su vida, un atisbo de su humanidad, empezó a aflorar y a mostrarme sus carencias y sus debilidades.
Empecé a sentir, que su ausencia de amor, no era tan real como yo la había percibido. Que su dureza, escondía un mundo de carencias personales, de tristezas y vulnerabilidades, que él, nunca quiso mostrar. Empecé a comprender que él, también se sentía pequeño e insignificante y que sentía un profundo temor porque su coraza de hormigón se estaba empezando a resquebrajar. Su personaje se estaba diluyendo en el tiempo dando paso a un ser, que se estaba convirtiendo en un niño indefenso y temeroso de no sentirse amado. Empezó a somatizar sus miedos, sus emociones reprimidas y su cuerpo empezó a fallar y su mente también. Yo sentí como todo el fuego del rencor, empezaba a desvanecerse en mi interior y comprendí, que el ejerció el poder sobre mí que yo le permití.
Deseosa de cerrar mi ciclo de aprendizaje con él, decidí sumergirme desde una nueva consciencia de comprensión para poder cerrar mi ciclo y comprendí…
- Que él había sido el Gran Maestro de mí vida y por eso lo elegí
- Que en mi percepción subjetiva y mis expectativas sobre cómo tiene que ser alguien que te ejerce de padre, aunque no lo sea, me olvide que él tenía sus propios procesos y aprendizajes, sus propias heridas, carencias y miedos
- Me olvide de que por mucho que él hiciera o dijera, yo siempre fui libre de elegir lo que me afectaba o no
- Recordé que yo había dejado emanar toda mi fuerza interior porque él, me empujo hasta el borde del abismo
Y tras darme cuenta de que a lo largo de la vida, había obviado aspectos tan importantes que estaban dentro de mi comprensión, descubrí…
- Que la lección magistral que traía para mí era el amor hacia mí misma
- Que me amaba tanto, que toda la dureza que ejerció desde su personaje tirano, le había causado más dolor a él que a mí y sus lágrimas brotaban de sus ojos cuando me tenía cerca
- Descubrí que ya habíamos estado unidos en otras encarnaciones con el vínculo de la paternidad y que yo le había pedido ayuda para alcanzar el amor hacía mí misma
Nada ocurrió contra mi voluntad. No existen las víctimas y los verdugos, son pactos y experiencias co-creadas de aprendizaje. Nos aferramos al dolor, desde nuestra percepción subjetiva personal. Desde ahí, generamos millones de pensamientos intensos y repetitivos que generan reacciones electromagnéticas en nuestro cerebro, que este expande de formas muy diversas, en el peor de los casos en forma de enfermedad. Lo grabe de generar estas emociones es que nos alejamos de los sentimientos y no nos permitimos a nosotros mismos alcanzar, el estado de consciencia que nos acerque a nuestra plenitud.
Nos pasamos la vida culpando y juzgando a los seres que han co-creado con nosotros experiencias de dolor y justificamos que somos de un modo u otro o que hemos alcanzado unas cosas u otras porque ellos nos influyeron intensamente. La realidad es que somos responsables de absolutamente todo lo que experimentamos, nada pasa contra nuestra voluntad. Con tantos condicionamientos mentales no nos damos cuenta, de que todas las elecciones son nuestras, aunque la gran mayoría estén tomadas, desde la mente subconsciente.
En mi trabajo de profundización pedí sentir ese amor que él sentía hacia mí y pude sentir el amor más sublime e inconmensurable del alma que jugo a ser mi padre. Él fue ingresado en una residencia al alcanzar un grado elevado de Alzheimer y entonces era yo la que derramaba lágrimas cada vez que lo veía. Mi odio se transformó en compasión, en gratitud y en amor. Ese amor que nunca sentí hacía él de niña, ni de adolescente, ni de joven. Un amor nacido de mi alma en la madurez, cuando me permití realmente verlo y sentirlo.
Perdemos tanto tiempo, energía y vida aferrados a experiencias de dolor, que simplemente son experiencias y nosotros convertimos en batallas personales, que nos miramos mil veces al día y aun así, no conseguimos vernos. Nos etiquetamos, nos juzgamos duramente, nos criticamos y nos instalamos en la incomprensión. Nos olvidamos de nuestra divinidad y de la de los demás, nos olvidamos de la divinidad de todo cuanto nos rodea.
En algún punto del sendero, perdemos el amor hacia nosotros mismos y no nos damos cuenta de la bendición que supone tener Maestros que nos ayuden, cada uno como buenamente sabe, conducirnos a la recuperación del mismo. Nos alejamos de lo que somos en esencia y ponemos velos tupidos para no ver la esencia de los demás. Mi padre falleció recientemente, yo lo acompañe en su última noche en la tierra y le pedí que dejara de resistirse y se soltara para volver a casa. La muerte no existe, simplemente abandonamos el disfraz de nuestro personaje y se acaba ese juego, para iniciar otro, en otro lugar, en otra forma. Nada pasa contra nuestra voluntad y él decidió el momento perfecto para volver a la completud. Le agradecí infinitamente que desde su amor, aceptara el rol difícil de ser mi malvado personal y todo lo que aprendí y evolucione gracias a su personaje.
Quiero compartir contigo el ejercicio que canalice con la Fuente creadora, no solo para que puedas sentir el amor de los seres con los que has compartido experiencias de dolor, sino para que puedas sentirte a ti mismo en tu verdadera esencia.
Siéntate en un lugar donde no vayas a ser molestado, donde puedas estar contigo mismo en absoluta intimidad. Respira profunda y lentamente 8 veces. Inspira luz, espira paz…
Visualízate frente a un espejo. Centra tu atención en tu chakra corona y visualiza, dos piezas sobre él, como dos lengüetas de cremallera. La que está en la parte frontal, se abre hacia delante y la que está en la parte posterior se abre hacia la espalda… Respira y suavemente descorre la lengüeta frontal descendiéndola por tu cuerpo… Respira de nuevo y descorre la lengüeta posterior en sentido descendente por tu espalda… Una vez ambas descorridas, empieza a quitarte el disfraz de materia que lleva tu personaje humano... Mírate al espejo y contempla tu verdadera forma de luz, permanece el tiempo que desees contemplando y sintiendo el bello ser que eres…
¿Deseas sentir el amor de ese malvado de tu vida o de algún ser con quien compartiste experiencias de dolor?
Visualiza como el espejo se diluye y trae frente a ti al ser con el que mantengas el conflicto… Pide sentir el amor de su alma, eliminando al personaje… Visualiza como el disfraz de su personaje se va diluyendo, mostrando su verdadera forma de luz… Siente como ese ser expande un cordón dorado de su corazón al tuyo y simplemente permítete sentir su amor a través del cordón dorado. Permanece el tiempo que necesites sintiendo ese amor y al finalizar agradece a ese ser por compartir camino contigo y hacerte de Maestro…
Cada ser, tiene un malvado en su vida, pero nos olvidamos a menudo que nosotros, podemos estar ejerciendo de malvados a otros seres que nos pidieron ayuda. Todos somos amor en esencia, el personaje no es lo que somos en realidad. Los pactos de amor almico son difíciles de comprender por la mente humana, ascender la consciencia implica ser capaces de comprender esto y asumir, que cada uno de nosotros tiene su rol en la vida de los seres que nos acompañan, pero que ellos, también tienen su propio rol y que al igual que nosotros, andan inmersos en sus procesos y su aprendizajes.
Todos somos luz y amor, todos somos una unidad
Shanandai©
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