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¿Por qué asistir a un taller de Eneagrama?, Por Olga Rivas


Pocas personas no  habrán escuchado hoy día el término Eneagrama, para referirnos a esta antiquísima y valiosa herramienta terapéutica utilizada en psicología, pero que cualquiera puede utilizar para auto-analizarse, comprenderse y ganar en calidad de vida interior, es decir: en felicidad.
Sin embargo, sin profundizar en este valioso Saber de los sufíes, sin asistir al más profundo trabajo que se realiza en un taller de eneagrama,  podemos entender, mirando el círculo y las 9 tipologías de la personalidad, que tan sólo se trata de conocer a cuál de ellas me parezco más, y seguir ahí y así, sin preguntarme cómo eso me limita a todos los niveles, sin saber en qué grado de distorsión de esa personalidad estoy y, en definitiva, encerrado en mi pequeño mundo, en esa “parte” desde la cual creo que percibo correctamente el todo, todo lo demás. Recordemos que hablar de “parte” siempre es hablar de ego. Y hablar de ego es hablar de insatisfacción y sufrimiento (para mí, y para las personas de mi entorno).
Si no me atrevo a la simpática y amena aventura que supone asistir a un curso-taller de eneagrama, puedo estar convirtiendo además mi mayor virtud en el mayor de mis venenos (y veneno para los demás) de ahí que en cada punto del eneagrama se nombren polos opuestos (ayudador/orgulloso,   perfeccionista/ira ….etc.).
¿Por qué una persona conciliadora y amigable puede volverse apática y perezosa a tal extremo de resultar en un maltratador pasivo-psicológico para aquéllos que le rodean? ¿Por qué aquel amigo que tanto te ayuda, un buen día tiene un estallido de ira y muestra una personalidad abismalmente distinta? ¿Por qué hoy me siento tan lleno de vida y energía y mañana estoy sumido en una profunda tristeza?
Todo esto sucede en personas “normales”. Esas que a menudo dicen aquello de no necesitar realizar ninguna dinámica psicológica o actividad terapéutica.
Pensamos que esos malestares y desequilibrios son así, que es normal… y no hay posibilidad de cambio. Nos conformamos con vivir como gallinas de corral, pudiendo ser auténticas águilas voladoras. Esto (metafóricamente hablando, es evidente) es lo que se nos juega asistiendo a un taller de eneagrama: vivir, o mal-vivir. Si además consideramos que los problemas psico-emocionales sostenidos durante demasiado tiempo, terminan somatizando en el cuerpo, y de no poner freno, enfermándonos, aún se hace más urgente atender  a todo esto.
Y es que, si siento dichos malestares, si no controlo fácilmente mis actitudes y emociones, es porque estoy viviendo desde una parte de toda mi unidad, aunque esa parte sea la mejor y mayor de las virtudes… da igual: si me obceco ahí, si la tengo tan en mi centro que me des-centro, necesito un trabajo de eneagrama.
Pongamos un ejemplo práctico para desentrañar ese aparente laberinto:
Realizar las cosas con un mínimo de maestría y perfección, es un valor que a todos agrada, en cualquier entorno que lo pensemos. Éste es por ejemplo el rasgo fundamental de la tipología 1.  Si llegamos a la excelencia en la aptitud o don que tengamos, será algo realmente digno de elogiar. Pero ¿desde dónde intentamos lograr ese objetivo? ¿desde la inquietud y sufrimiento, como si todo nuestro valor como ser humano estuviera en juego, o desde la serenidad y la sana búsqueda de dicha perfección? Porque, si es desde la inquietud extrema, seguramente se nos está jugando algo más en ese intento de perfección. No puedo evitar, si quiero aclarar algo en tan pocas líneas, poner un ejemplo demasiado simple, pero infinitamente común: no busca del mismo modo la perfección alguien a quien grabaron a fuego “si no lo haces bien no vales”, que aquél que fue aceptado y amado sin condiciones. Este último va a disfrutar su búsqueda de perfección y cuando no la logre, no va a tambalearse ni un milímetro en su equilibrio y felicidad. El primero sin embargo, irá siempre dando tumbos y poniendo tal densidad en sus logros supuestamente perfectos que TODO, todo su mundo, va a depender de ello. Jamás se perdonará un error, y su auto-estima estará sostenida en algo tan externo como voluble y contingente. La rigidez consigo mismo la extenderá hacia los demás, a quienes también exigirá fría e incansablemente.
Pongamos un segundo ejemplo:
Ayudar a los demás es una virtud, típica de la personalidad 2. Pero lo que en una personalidad sana es virtud, en otra pueda estar siendo su mayor mal, porque lo está realizando desde el ego (desde la herida, desde el bloqueo, desde la falsa creencia) no desde el Ser. No es lo mismo ayudar “para que me amen” , que ayudar desde mi elección libre, generosa y adulta. Si ayudo para que me amen (esto es siempre con altas dosis de inconsciencia) seguramente voy a entrar en una espiral de insatisfacción porque en primer lugar no voy a sentir que los demás lo hagan también conmigo, es más, a menudo voy a verbalizar: “nadie me agradece nada”. Y en segundo lugar porque no voy a saber decir “no” y paulatinamente voy a irme olvidando de mí. Salir del ego, es decir, dejar de actuar mi virtud desde la herida, es fundamental para mi vida y desarrollo personal. Toda mi felicidad está en juego.
No olvidemos que estar en una “parte” es vivir desde el ego, es estar en desequilibrio hacia un solo punto; sin embargo lograr percibir toda la unidad, todo el círculo, equilibrando todos sus valores, es vivir desde mi esencia, desde la libertad, desde el empoderamiento personal y la felicidad, libre de todas las trabas y daños previos. Entonces, parece que hay mucho en juego a la hora de acercarse a Eneagrama. No es optativo hacer este proceso si queremos ser personas sanas física, psicológica y emocionalmente.
Según la tradición Sufí, cada persona humana es depositaria de todos los atributos divinos, es decir, de todas las virtudes (paciencia, humildad, autenticidad, tranquilidad, valentía, moderación …. etc.)  y si éstas las tengo en equilibrio voy a sentirme pleno y feliz. Además, según esta misma tradición, en cada uno de nosotros una de esas virtudes brilla de forma especial, es nuestra esencia. Y es desde esa virtud distorsionada, donde cada tipología va a presentar sus propios problemas, estrategias particulares y fallidas en la búsqueda de la felicidad.
Las 9 principales personalidades en que podemos agrupar a la humanidad, pueden dividirse a su vez en tres grandes grupos o tríadas:
  • Los emocionales (2-3 y 4)
  • Los racionales  o pensadores (5-6 y 7)
  • Los viscerales o instintivos (8-9 y 1)

Ningún número de eneagrama es mejor que otro. Cada uno ha quedado bloqueado en su propia virtud, y la está exasperando desde su ego hasta convertirla en “pasión” (o en pecado, que diría la tradición cristiana). Pasión (padecimiento), pecado (errar en el tiro, salir de mi centro), veneno….. Es indistinto cómo lo nombremos, nos estamos refiriendo a lo mismo.
Aunque globalmente nos percibamos como felices, muchas veces se trata más bien de una adaptación y una gran dosis de inconsciencia del gran sufrimiento que a menudo llevamos a cuestas. Sufrimiento no pocas veces sin causa real en el presente, suceptible por tanto de ser saneado mirando dentro y hacia el pasado. He de decir además que es especialmente claro, breve y efectivo realizar este proceso utilizando la vía del eneagrama. Como si de repente nos pusieran delante un mapa sobre nuestra situación interna, tan claro, que es imposible no seguir  para llegar a la meta.
Caminamos por la vida como si nos faltara algo, experimentamos un vacío dentro de nosotros, y ese vacío lo intentamos permanentemente llenar con algo procedente del exterior.
Sin embargo, si nos paramos a pensar un poco, nada del exterior consigue apaciguar ese vacío por mucho tiempo. El vacío proviene de que estoy anclada en una parte de mi ser, a través de una creencia fija que tengo como encumbrada y enormemente valorada, y en la cual he caído como si de una trampa se tratara. No estoy funcionando desde la unidad de mi ser. Eneagrama soluciona con poco esfuerzo ese gran problema, provocando mi liberación.


 Olga Rivas
 Consultora psicológica.
 cursospsiorc@gmail.com
 ayuda-psicoemocional.webnode.es
 facebook.com/orivcor



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