Todos creamos un personaje con el que nos sentimos identificados aunque la mayoría de las veces no seamos conscientes de ello. Ese personajillo que toma la palabra y que no para de darla lata es el ego.
Yo quiero, yo deseo, yo necesito… Yo, Yo y Yo. ¿Te suena? Seguro que hay una vocecita en tu cabeza que está todo el día repitiendo esto sin parar. El ego tiene muy mala fama, sin embargo y a pesar de ser considerado por muchos el malo del cuento detrás de nuestro ego se esconde el niño herido que una vez fuimos, un niño vulnerable que no fue amado incondicionalmente, miedoso, triste e inseguro, que lo único que busca desesperadamente es llamar la atención y conseguir que le quieran y cuando no lo logra se enfada, se enfada mucho.
El ego es el rey de la pataleta, intransigente, caprichoso, manipulador y con muy mala leche, cree que los demás están única y exclusivamente para atenderle, cree que deben halagarle, cuidarle, mimarle, quererle y servirle pleitesía total y absoluta y cuando no lo consigue ¡Ay cuando no lo consigue! Que no te pille cerca. Reacciona de manera desmesurada y descontrolada y arrasa con todo. Esas emociones que no sabe gestionar derivan en bloqueos y te hacen sufrir terriblemente. El ego es especialista en sentirse víctima de sus circunstancias y le encanta echar la culpa de todo lo que le pasa a los demás.
El ego controla nuestra mente, toma el control de nuestra vida y nos convierte en una especie de marioneta, cuyos hilos se mueven de manera casi imperceptible desde la más absoluta sombra.
El ego nos hace individuales y esa individualidad es la que nos separa de los demás, pero también de nosotros mismos.
Si nos identificamos con ese personaje que hemos creado olvidamos todo lo que somos, nos sentimos insignificantes, separados del resto y nos obligamos a buscar externamente pruebas que confirmen nuestra valía, algo que es totalmente absurdo, porque nuestro valor está dentro de nosotros.
El ego surge entre otras cosas como consecuencia de la necesidad que todos tenemos de ser apreciados, queridos y valorados por los demás. El ego necesita validarse a si mismo mediante esa aprobación, es lo que le alimenta y le hace crecer. Por eso necesita continuamente dar buena imagen, quiere quedar bien ante los demás porque en el fondo necesita esos halagos de los demás para satisfacer su inseguridad y su miedo.
El ego busca satisfacer sus propias necesidades sin importarle las de los demás, lo que afecta de manera muy negativa las relaciones de pareja, laborales y también a las amistades, y se sirve de un montón de estrategias con el fin de no dejar su trono.
Las críticas no son bien toleradas por nuestro ego, se toman como un ataque personal. El ego es el rey del juicio, del enfado, del ataque, de la culpabilidad propia y ajena, le gusta tenerlo todo controlado, no deja espacio a la improvisación. Siempre se compara y compite con los demás.
El ego reacciona negativamente ante las personas y las situaciones por las que se siente amenazado. Su respuesta es agresiva y nos genera mucho malestar.
Cuando consigas que nada pueda herirte, ninguna persona, ningún acontecimiento, entonces serás feliz. Así que deja de preocuparte por lo que los demás piensen de ti, por si les caes bien o mal, nunca llueve a gusto de todos, lo que a uno le encanta otro lo detesta y digo yo ¿Qué más da? Mientras a ti te gustes lo demás poco importa deja de ser esclavo de la opinión ajena.
Engañados por nuestro ego creemos que nuestra percepción e interpretación de la realidad es la correcta, que somos objetivos, dueños de la verdad absoluta, pero no es así. Lo que creemos que es la realidad es tan solo una posibilidad y puede haber tantas opciones como personas, en este caso egos. No vemos el mundo como es, vemos el mundo como somos. En esa línea es fácil observar que todo es relativo y depende del cristal con que se mire, en este caso el ego con el que se interprete.
El primer paso para liberarnos de la tiranía de nuestro ego es el autoconocimiento. Una manera de conocernos es viéndonos reflejados en los demás, siendo conscientes de las proyecciones que hacemos en otros.
Conoce tu ego y descubre cuando influye y domina tu vida. Averigua como es ese personaje que has creado y con el que te has sentido tan identificado. Obsérvalo, conócelo, intenta entenderlo, abrázalo con cariño, acéptalo como es, quiérelo, cura sus heridas; Intégralo de manera consciente en tu ser.
Como lo real sólo puede llegar a conocerse a través de lo falso, de lo ilusorio, el ego cumple una importante función que debemos agradecer. Solo pasando a través de él y trascendiéndolo podemos vislumbrar lo que realmente somos.
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Cuando somos capaces de reconocer que el ego es una ilusión ésta se desvanece. Cuando vemos lo que no somos, la realidad de lo que somos emerge espontáneamente. Solo cuando reconocemos que estamos representando un personaje, es posible separarnos de él. Es en ese momento cuando empieza para nosotros una verdadera liberación.
En última instancia dejar de vivir como orugas y empezar a hacerlo como mariposas es una transformación que sólo depende de nosotros.
"Que no te duerman cuentos, llegó la hora de despertar" Mònica Tello.
Mònica Tello
Licenciada en psicología, escritora, instructora de yoga, técnico profesional en masaje ayúrveda, maestra de Reiki, terapeuta floral y de sonido con cuencos tibetanos.
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