Todas las experiencias vividas en el vientre de nuestra madre crean un guión que luego recreamos a lo largo de la vida. Este guión guía nuestras elecciones, nuestros deseos y controla nuestros miedos y está profundamente enraizado en nuestro inconsciente, en nuestra mente, a la vez que es el filtro a través del cual vemos y vivimos el mundo y todo lo que hay en él.
Para muchas personas, según las estadísticas, 1 de cada 8, parte de esta historia vivida durante la gestación, es la memoria de haber venido acompañadas por uno o más de un gemelo.
A pesar de ser una de las memorias más antiguas, a la cual sólo podemos acceder en una regresión o usando técnicas que van directas al inconsciente, es a la vez totalmente actual, debido a que la historia que vivimos en el vientre de nuestra madre, en este caso, una historia de amor y complicidad y luego de separación, dolor y miedo, está totalmente impresa en nuestro mundo emocional y afecta de forma directa nuestras relaciones y nuestra vida.
Esta memoria es como un sueño lejano, pero es una memoria basada en hechos reales. Es la huella de ese Otro u Otra que estuvo con nosotros, que nos acompañó durante un breve tiempo y que de pronto desapareció.
Esta huella del amor perdido deja un profundo vacío y tristeza en nuestro interior, que se mantienen vivos a través del tiempo. Sensaciones, que por ser tan profundas y tan antiguas, se viven como parte de la “normalidad” de uno, hasta que tomamos conciencia de ello.
Esta experiencia queda integrada en nuestra personalidad, en nuestra mente y se expresa de forma inevitable en nuestra vida, o bien en relaciones afectivas complicadas, o bien en una dificultad para realizarse en la vida.
Las relaciones se ven afectadas por la evitación constante de un acercamiento real y del compromiso, en el intento de evitar un nuevo dolor por la pérdida del otro. También se puede manifestar en una gran posesividad y celos, un gran apego y exigencia en relación al otro, que puede acabar con la relación.
Si además de tristeza y soledad, hay también sentimientos de culpa por no haber podido evitar el desastre de la desaparición del gemelo o gemelos, la persona no consigue coger su lugar en el mundo, realizarse, ser abundante y ser feliz. De alguna manera no se da derecho a la vida y se queda viviendo una vida a medias, como una forma de castigo o penitencia eternas.
Cuando se realiza el duelo que quedó pendiente y se hace un proceso de comprensión de la situación, liberando toda culpa y responsabilidad, la persona puede empezar a vivir sus relaciones afectivas desde un lugar más equilibrado, sin tanta dependencia y con más autoestima. El gemelo o gemelos pasan a formar parte íntima de la persona que sobrevivió y ya no lo busca afuera. La huella del gemelo perdido se transforma en una huella de amor incondicional que inspirará a la persona en su vida futura.
Por Catherine Hansen – Terapeuta de las Memorias Prenatales
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